lunes, 11 de octubre de 2010
Dicen
Dicen que son ya 43 años, desde que ellos descargaron su metralla, te cortaron las manos y sembraron tu cuerpo en la selva húmeda y asfixiante.
Hace 43 años que los malditos esperan que te mueras. Estan ansiosos y desconcertados, ellos los que dieron la orden: ¡¡¡Fuegoooo!!!
Tras el ruido y el silbido de las balas, se aterraron con tus ojos abiertos que nunca dejarian de mirarlos.
Sacaron fotos, las repartieron al mundo, cantaron soberbios tu muerte, y asi andaban convencidos de la victoria.
Hasta que un dia… todos los dias de estos 43 años volvistes.
Al principio nadie lo creia, ni yo que te creo capaz de todas las hazañas, pero esta me parecia muy difícil. Tu perseverancia me convenció. Ahí estabas, en Nicaragua, y en el Salvador y en Mexico y en Colombia y en toda America y en cada pueblo del mundo que no renuncia a la esperanza.
Te vi cuando la poesia tomo el poder, como dijera don Ernesto Cardenal. En los pasamontañas de la Selva Chapateca y mas al norte y mas al Sur, en cada voz que se levantó contra los malditos de la metralla.
Te vi en el Chile de Allende y hasta en la primavera del tio Campora. En los triunfos, hablando bajo y humilde. En las derrotas, arengando a seguir, a no entregarse.
Te veo nacer cada dia, en cada lucha que se gana, pero sobre todo en las que se pierden. Estabas aca, tan cerca, cuando los invisibles ganaron las calles, para que nadie se piense que tambien ellos estaban muertos. Cuando el imperio dijo que el mundo solo es derecho y no hay otro pensamiento.
¿Cuantas veces arrancamos desde el fondo de los barrios miserables, todavía oscura la mañana, con el frio apretando la garganta y narchamos juntos codo a codo sobre la ruta dura y helada.?
¿Como no verte en el diciembre calcinado y violento, cuando ardio el Mc Donalds, si estabas al frente marcando el camino. Como no te vamos a ver ahí, con los oscuros Aymaras arrasando la secta que los explotaba, como no voy a saber que la cara de Evo no es solo la de Evo.? Y en Ecuador, y en Venezuela y en… todas partes. Te veo viniendo hacia el centro mismo del corazon del pueblo, repartiendo armas, administrando balas, regalando corazones. Mientras los infames, inutilmente, siguen apretando los gatillos, esperando que te mueras, y que al fin tus ojos, dejen de mirarlos.
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