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Pero los seres humanos, partiendo de una estructura biológica de naturaleza, han trastrocado totalmente las leyes de la misma. Y en virtud de ello habitan una cultura que los preserva, y al mismo tiempo los regula, mediante leyes que no son naturales ya que, a diferencia de estas últimas, se modifican constantemente, porque el ritmo de cambio de las sociedades, de las mentalidades, de las representaciones, no tiene nada de la inmutabilidad de la rotación de la Tierra , y mucho menos de los modos de intercambio sexual de las especies naturales.
Porque esta paradoja extraordinaria, el hecho de que la llamada “naturaleza humana” no se produzca sino en corte con la naturaleza biológicamente dispuesta, hace que la sexualidad humana sea tan poco natural como para propiciar que los seres humanos se amen más allá de su determinación biológica, que se entremezclen y entrecrucen por el solo placer de estar juntos, de generar proyectos compartidos, de unirse para preservar no sólo a la cría que pueden engendrar sino a los múltiples hijos simbólicos a los cuales dan vida cotidianamente, cuando curan a seres cuyos nombres desconocen, alimentan a niños ajenos...
Y más allá de la biología lo sorprendente es que los seres humanos –más allá de la diferencia anatómica, más allá de toda determinación natural, más allá de la hetero o de la homosexualidad como formas que no abarcan todos los modos del amor pero que dan cuenta de un abanico posible en sus múltiples variables– desean proteger al semejante amado aún después de la propia muerte, quieran conservar la fidelidad mediante un acuerdo absolutamente antinatural que llegue a sostenerse aun cuando la sexualidad decaiga, buscan un modo de compartir lo que van obteniendo para que tenga una función que no se agote en el usufructo egoísta. Y luchen más allá, por ser reconocidos y lograr la sanción legal que garantice los derechos de quienes aman, también más allá de los prejuicios con los que la ideología más burda acerca de la “naturaleza humana” pretende sostener desigualdades y discriminaciones, que en realidad no tienen nada que ver con el reino natural.>>
Silvia Bleichmar
("Unión civil y naturaleza humana". Publicado en: Diario Página/12, 13.12.02)
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