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viernes, 18 de junio de 2010

A 55 del ´55


Bombardeo a Plaza de Mayo: el ocaso que precedió a la noche

Si se le pregunta a un argentino x si sabe que durante el primer peronismo un grupo de manifestantes, al finalizar un acto, incendió iglesias o que Perón pronunció en un discurso una frase que decía que "por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos", hay muchas posibilidades de que conteste afirmativamente. Si se le pregunta a la misma persona si sabe que un día laborable de Junio de 1955 un sector de las Fuerzas Armadas bombardeó la Plaza de Mayo con el objetivo de derrocar a Perón produciendo la muerte de 300 civiles inocentes, la probabilidad de respuesta afirmativa se reduce. Siendo que los primeros sucesos mencionados son consecuencia del segundo, llama poderosamente la atención el desconocimiento que hay sobre la jornada del 16 de Junio de 1955, y cabe preguntarse entonces porqué hablar de esa fecha quedó reducido a “cosa de la militancia peronista”.

El historiador Edward Carr sostenía que la historia es un ida y vuelta permanente entre la subjetividad del historiador y la objetividad del hecho en sí que se busca investigar. Es decir, no existe historia que se haga desde la inocencia. Tanto la historia académica como la prensa “independiente” se empeñan en sostener que la violencia política que vivió la Argentina en la segunda mitad del siglo XX tuvo su inicio en los denominados movimientos armados que surgirían más de 10 años después del derrocamiento del peronismo a manos de la Revolución Libertadora, producido en Septiembre de 1955. Se niega así la violencia que se inicia con la masacre del 16 de Junio (además de que se induce a pensar que si los militares que tomaron el poder en el ´76 lo hicieron para librar al país de las guerrillas, es porque en el fondo no eran tan malos tipos…). Cuando se enfatiza la reacción del pueblo peronista por sobre el asesinato de los 300 inocentes que circulaban por la plaza ese mediodía, además de negar que el bombardeo constituyó un acto de terrorismo de estado, la “barbarie” peronista se utiliza deliberadamente para desprestigiar al campo popular actual (lo que haría muy feliz al iluminado escritor de las oligarquías locales: Georgie Louis Borges).

Es necesario recordar que una vez frustrado el putsch militar del 16 de Junio, Perón deja en manos de las Fuerzas Armadas la investigación y el juicio a los civiles y militares que participaron del levantamiento: la “autoritaria versión latinoamericana del nazifascismo”, analogía establecida por el pensamiento eurocentrista, no ejecuta a ningún golpista (en contraposición a la determinación del “libertador” Pedro Aramburu tan sólo un año después, en 1956, con respecto al Gral. Juan José Valle y los suyos). El “virulento” 5 por 1 se transformó en un 1 por 300 (un piloto de la facción golpista caído). Para muestra basta un botón: el capitán de corbeta Alejandro Spinelli declararía en Agosto del ´55, durante el juicio, que abrió fuego sobre una columna de obreros que avanzaba por la calle al grito de “La vida por Perón” sólo para darles el gusto.

No otorgarle al bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de Junio, a la prohibición del movimiento político de masas más importante de América Latina y a los obreros de la Resistencia Peronista fusilados en José León Suárez el lugar en la historia que deben ocupar es negar la historia del pueblo, porque fueron los sectores populares las víctimas de estos acontecimientos. Hoy en día las bombas tienen forma de palabras y se arrojan sobre el pueblo enunciando la verdad de los sectores dominantes: esa verdad que es hija del poder, que ya no busca derrocar gobiernos con las armas sino colonizando conciencias. El jerarca nazi Joseph Goebbels dijo que una mentira mil veces repetida se transforma en verdad. Los monopolios que se apropiaron con oro y sangre de la capacidad de enunciar verdades necesitan negar una parte de la historia para construir una a su medida, que sea coherente con la realidad que muestran cotidianamente. El día que los medios de comunicación dejen de ser propiedad exclusiva de los poderes fácticamente constituidos y que haya pluralidad de voces, el pueblo argentino podrá reencontrarse con su historia y su verdad. Como dijo un gran filósofo popular oriundo de La Plata: violencia es mentir.

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